¡Qué fortuita hazaña!, aquel amor ha tocado mi puerta y yo le abro confundida, como quien sabe que abrazará la muerte.
Pero lo mío… lo mío no fue diferente, en mi amado quería yo que muriese el tiempo
que nuestro mirar se congelase de deseo
nuestros labios sedientos se disecaran al compás del beso
y finalmente los mismísimos Hades y Perséfone nos dominasen bajo el yugo de su divinidad.
¡Qué magnifico sería ese amor muerto!.