A tiempo estás de apartar los cascotes
procedentes de la equivocación
y construir con ellos la reacción
sobre la cual, rectificando flotes.
Si has cometido un fallo, no te azotes
y lánzate en busca del mal menor.
Si ves que zozobra tu embarcación,
aférrate a cualquiera de sus botes.
No hay mal instante para reiniciar
el propósito que hayas aparcado.
No conoce ultimátum la esperanza.
La solución nace antes del final
y muere en el intento abandonado
al fondo de la terca desconfianza.