Creamos en nuestra propia
creación, creamos ángeles
a nuestra semejanza, como
mejor nos parezca,
conservemos la imagen ideal
del último que se nos fue,
ángeles sonrientes que nos
sorprendan cada mañana,
no el ángel de la espada
de las llamas, sino el ángel
de la luz que nos transmite
la memoria, los ángeles
invisibles que nos recuerda
el viento para despertarnos
y la brisa que nos saluda
los ángeles que nos sorprenden
con el capricho de las simientes.