Yo ya me he despertado en este cuerpo.
Mi lengua ya ha negado nueve veces tu nombre
y he llorado esta rabia de bruces contra el techo.
He aliviado el calor de tu presencia cierta
en la Quebrada polícroma de sembradores de luna;
no he querido mirarte en las pupilas tristes
de un sabio, en Udaipur;
no he aspirado tu esencia en las callejas
del zoco de una medina encalada,
ni en los puertos de Cartago,
ni en el fragor del alba
en la ciudad de Alejandro;
no he oído a la Sibila desgranando tu sino
entre las rocas de Delfos;
ni el lamento del inca en Sacsayhuaman,
en la Puna, en Machu Picchu.
Yo ya recuerdo no querer recordarte
y saber que, en el fondo, me persigue tu espectro,
bordado en la tela donde hilvano los sueños,
las vidas pasadas, en mi pensamiento.