Cuando te escribo lo que lees es lo que soy, pues son mis palabras, mis sentimientos, mis anhelos y mis miedos, pinceladas de lo íntimo de mi ser que, cándidamente, te ofrezco conocer.
Pero no deja de ser para mí mucho más importante, mucho más, el estar en ti que el ser.
Cuando lees mis palabras, mi prosa, mi poema, mi historia, mi rima o mi estrofa estaré contigo presente hasta que leas otra, pues tu retina capta mi esencia, lo que soy y pensarás en mi.
Y es cuando piensas en mí cuando estoy en tu día y en tu noche y a la comida, en tu trabajo, entre tus conversaciones, en tu casa, en tu cama y en tu sueño y reconforta el saber que estoy, que formo parte de tu vida.
Tú no me escribes, ni me dices, pero mi corazón ya dibujó tu lienzo, y te contemplo a horas y deshoras, por lo que siempre estás, por lo que siempre te tengo.
(Aunque cuando gustes, y sirva de invitación poética, escríbeme… y ¡Ay si me escribieres, si tus secretos se hacen para mí verdades, la cordura de mi corazón entonces donde acabará!)
La levedad de un verbo que en esta exigua vida se vuelve tan imposible de reemplazar, el estar.
Eva.