Esta mañana
me levanto con ganas
de librarme del fardo de maldad
nietzscheana:
voy a quitarme capas
de generosidad.
He decidido ser buena,
conmigo y con los demás,
y no tan complaciente,
tan convincente,
tan adorable
(tan deleznable)
tan aburrida
y tan diligente.
Tan indolente.
Buena.
Por si vale la pena.
Por si no era tan sana
esa bondad cercana
a la vanidad