La repentina luz me encandila;
al fin logré atravesar una de las puertas
y ahora camino a ciegas,
intentando adaptarme a la luz.
Me encuentro en una habitación blanca,
tan blanca como la nieve invernal,
y en el centro hay una caja roja,
tan roja como la sangre que corre por mis venas.
Caja de Pandora,
maldita traidora,
llevas mi grabado.
El abrirla no me dificulta,
no tiene cerrojo que me lo impida,
pero lo que hay dentro
es lo que me intimida.
La pateo hasta que ésta golpea una pared
tan blanca que no noté a qué distancia se encontraba,
y volteada de lado,
la caja derrama todas las lágrimas que no he llorado.
Las lágrimas forman una poza
que rápidamente se convierte en un lago
y aquellas lágrimas que están siendo al fin derramadas,
me ahogan una vez más.
Tiemblo y mientras más aguanto mis lágrimas,
la habitación que parece no tener fin más se llena,
y la caja flota.
La caja flota y quiero llorar,
y no puedo,
y me ahogo
una vez más.