Santiago Miranda

Algún día no habrá espera

 

En las estaciones saturadas
En los paraderos a la interperie
En los semáforos segadores
Algún día ya no habrá más
Anulación de la consciencia
Guardianes de la espera
Enfermos, pacientes
Para tanta espera de nada
Y nada tras el rastro de los días

En las estaciones que nos han saturado
En los paraderos que nos han herido
En los semáforos que nos detuvieron
Comenzaremos todos juntos y cada uno
De nosotros de vuelta al nosotros, seguid
Al llamado de la sangre incipiente, es hora

De movernos, sabremos que hacer llegado
La cifra certera, sabremos reconocer el signo
Sagrado y cada uno por su parte comenzará
A romper el todo dominante, dispersar las cosas
No en forma de protesta sino por amor al cambio
Dejar al fuego abrir su lengua, escuchar al fin el final del canto

O cuento que hubo en otro momento de ser
Historia del anónimo recostado en la piedra
Del sacrificio cotidiano en pos del progreso
En pos de la ganancia del amo, no reconocemos
Otro más que prójimo, igual, cercano, compañero

Nos tomamos rigurosamente de las manos
En la espera de este fuego tan ansiado
Volver al círculo, tal como el agua y los elementos
Nosotros que no somos otros que instrumentos
De la libertad para realizarse, apilamos el material inerte
Introspectivamente en la espera de este fuego tan ansiado

Observamos, los signos: en las vías, en los rieles,
En las líneas blancas de las calles, en señaléticas
En el cambio de colores del semáforo, en la mirada
Del extranjero, por sobre soles y tras las nubes,
Más allá del gris de las ciudades, estar atento
Al menor signo de fuego, ya sabremos
Que hacer llegado a los cuerpos el momento esperado