AQUEL AMIGO
Fue el coraje
lo que más valió
en aquellas épocas
de montoneras
de peleas bravas
y de chuzas ligeras.
Elegí para la guerra
a un bagual
bueno para la yerra
y para la pelea
metedor sin igual.
Pero era de mala entraña
desde chiquito
ese potrillo alazán
que por descariñado
lo bautice Leviatán.
Para mi esta agarrada
a las otras no era igual
porque era esta pelea
por la bandera y por el General
y San Martin era donde sea
un amigo por quien pelear.
Se dio
que entre medio de un revoleo
lo bolean al caballo
y voy a dar contra el suelo.
Se me abalanzan
golosos los lanceros
y con las patas apresadas
da un respingo el alazán
y me cubre de las atropelladas.
Se le hunden en el cuero
las lanzas afiladas
que empuñan los soldados
y que de no ser por el potro
me habrían entrado
de frente y por los costados.
Que alegrón y que tristeza
me embargaron
y ambos sentimientos
vinieron de la mano.
Al mismo tiempo
del animal supe la nobleza
y también
que se le iba el aliento
y la vida
por los agujeros
que sangraban al viento.
Con la cabeza entre mis brazos
fue cerrando los ojos
que tenían el amor de un hermano
y los míos estaban llorando
y rogando el perdón
a mi caballo muerto.
Era de cabos blancos
con un lucero en la frente
mi amigo alazán
ese potro valiente.
Se murió apoyado en mi pecho
habiendo entregado la vida
en mi provecho
esa tarde malparida.
Y otra vez derramé
lagrimas
cuando los ojos oscuros
de José de San Martin
miraron los míos renegridos.
Por mulato y por americano
es por tu libertad
me dijo
mi querido hijo moreno.
Solo el propio Rocinante
con Don Quijote al frente
demostró coraje tan grande
y estuvo en epopeya tan valiente.