La naturaleza imita la entrañable
médula de tu existencia,
la imborrable huella de tu ser,
brújula de luz en el
denso silencio del ocaso.
La flor custodia en su
vientre la miel del alma tuya,
la del sabor bondadoso y de color
ambarino, olorosa a ciprés y
fresca como el rocío en la hierba.
En la hondura del mar
dormita la perla en la ostra.
Réplica de tu anacarada piel,
más valiosa que mil tesoros
de naufragados navíos.
Haces de mi descanso continuación
de tu día, de mi alma tu cálida alcoba,
de mis escritos tu almohada y abrigo.
De mi insomnio tu centinela
y de mi silencio haces poesía.
Haces de mis palabras tu nombre,
de mis olvidos tus recuerdos
y de mis sombras el alba de tu risa.
De mi estanque haces un limpio espejo...
donde vive para siempre...
el reflejo de tu alma.