El Hombre apresura sus pasos homicidas,
pero vendado hasta los sesos
no repara en que el atajo es suicida.
El Hombre se ufana de ser juez de sus días,
pero su escaso esqueleto
es regido por la Muerte y la Vida.
Insostenible el peso que hunde sus costillas
en polución y cieno.
Su paso esparce el lodo, su peso es la avaricia.
Para medrar, el Hombre, recusa, contamina
convirtiendo en desecho
los terrones que pisa en su hueca estampida.
El hombre es para el Hombre más que un lobo: saliva
frente a un mísero espejo
cuando ve desdoblada su apariencia agresiva.
El hombre desempeña los roles de agresor y de víctima.
Paranoico moderno,
encarna el vil drama donde solo se arruina.
Sin paz corre hacia el límite. El límite es su vida.
Ya gastados sus huesos
caerán como despojos que el tiempo tuerto olvida.
JTV
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