Llegas
próximo a la mañana...
De tu piel,
inmenso ámbar de luz,
se inviste tu imponente sensatez...
respiro de ella
el remanso
que le prodigué
la leve brisa nocturna.
Una vida transcurrió
bajo el estrépito
de las lluvias tormentosas,
y la siega
por parajes dorados
alcanzándonos
la dimensión
las almas
al pulsar
de las manos extendidas…
Mas basto
fue el instante
a los lustros de voces ajenas
reconociendo entre ellas
tu solo llamado
en la más fiel de mis horas.
La incondición de un juramento
significó el deseo
colocado en mi sien
como guirnalda del vívido sueño…
dejaste sobre mi blanco velo
rosas de esperanza.
Eres bondad que adopto;
el sí por siempre;
la palabra, la cimiente…
el credo mutuo.
Eres todo amor.
Lazo inquebrantable.
Eres el amor mismo:
el Infinito mío.
Sonrío a través tuyo
el vivir de la alegría plena
de quien puede ver al Sol
sin cegarse siquiera
y admirarle devota
entretanto le ama.
Desposada
con la verdad de tu aurora
me veré ataviada
en el éxtasis de tus rayos,
cuando fundido sobre mi mar
te ocultes lento...
Tu calor, tara de mil valías
y tú, mi Océano Esposo,
permanecerás conmigo...
Para entonces
vestirás de Luna
en el lecho nupcial.
Unida te iré
con sortija de fuego
en el abrumado
sigilo del alma.
Tras aquella,
nuestra primera noche
entonces seré
perpetuada en ti
en eterno ciclo.
Al final
de toda noche que cae,
al filo de todo amanecer,
podré así, amor…
contemplarte de nuevo.
Yamel Murillo
Amantísimos©
Las Rocas del Castillo©
D.R. 2017