Cuando los pétalos caen,
la rosa se va muriendo.
Cada pétalo es un hijo,
unido a su corazón.
Cada pétalo un dolor,
si se arranca de su seno.
Cada pétalo una vida.
Un latido que alimenta,
de su vida la razón.
Que fácil cortar las ramas,
del árbol que se ha caído.
Que sencillo es arrancar,
las hojas de los olivos.
Cuan profunda mezquindad,
anida en el poderoso.
Que sin ninguna emoción.
Ningún gesto generoso.
Va desgajando las vidas.
Va robando en cada acción,
de la vida su valor.
Vacíos de humanidad.
Los sentimientos dormidos,
se hunden en el olvido.
Alejando la emoción.
Sumergida en el abismo,
de la somera ambición.
Queda el viento enrarecido.
Se va espesando el dolor.
En ese salto mortal,
que desnuda la razón.
Las lágrimas se diluyen.
Queriendo salir deprisa,
sujetas al interior.
Así se pudre la vida.
Así grita el corazón.
Así se humilla al que sufre.
La vida que le tocó.
En esa inmensa ruleta,
que gira sin ton ni son.
Dando a unos la riqueza.
Y a otros la rendición.
De cuajo se va arrancando,
el corazón de los buenos.
Y los temblores sacuden,
a su honorable esqueleto.
Y se desbordan los ríos,
ahítos de sentimientos.
La voz se ahoga en la boca,
reseca de indignación.
El calor quema su pecho,
de soportar el dolor.
Que la sangre se revele,
si circula en malas venas.
Que se pudra en las cabezas,
que pergeñan destrucción.
Que bañen todas las penas,
su podrido corazón.
Que el mundo no mire arriba,
que mire a su alrededor.
Que haga justicia la vida.
Y si el karma es de rigor.
Que se devuelva al hundido,
lo que el mundo le robó.
A. L.
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