Casa sólida,
en piedra y no en arena,
son nuestras manos en blanca amistad,
más allá de las tonalidades y brillos
de la piel, de las banderas
o de cualquier signo banal.
Paso a paso, beso a beso
adelante...
juntos…
por sobre la estirpe y la sangre
marchando en una misma senda,
irguiendo la torre fuerte,
construyendo en el presente
una luminosa alborada
que resplandezca
en nuestros pechos
eternamente como un solo corazón.