Gerardo Barbera

EL VIEJO EN LA PLAZA

 

 35

Tengo la vaga esperanza de que tal vez,

por esas razones extrañas del destino,

exista algún lector

que aparte algo de su tiempo existencial

para leer estas reflexiones filosóficas.

¡Cielos…! Sin querer he escrito una palabra referida a la Filosofía,

¡Dios! ¡Qué grave error!

Estoy en un universo de conciencias

que al escuchar, leer, mirar a lo lejos la palabra “Filosofía”,

simplemente se apagan,

dejan de funcionar.

 

36

 

La Náusea es el pensamiento.

La Náusea es una masa informe,

una especie de remolino oscuro y viscoso

que lo contagia todo.

“Terror al pensamiento”.

Se acepta cualquier reto,

menos el esfuerzo de pensar.

 

37

 

El pensamiento sobra como los libros polvorientos

y llenos de viejas polillas,

como esas biblias negras

que envejecen sobre cualquier armario

sin que nadie las tome en cuenta

¡Qué muera el pensamiento!

 

38

 

El pensamiento no existe,

la reflexión ya no existe,

las escrituras van desapareciendo

en la maldición del pasado,

como se esfuman las leves luces de la tarde moribunda.

 

 

39

 

¿Qué nos queda? La Nada.

La existencia  es la espera de la muerte.

Se cultiva el cuerpo;

si no se puede alcanzar

la perfección de un Adonis moderno;

entonces, se engorda,

se vive acostado

en el más cómodo colchón,

frente a la televisión,

comiendo golosinas

hasta que el aire

no pueda entrar en los pulmones.

 

40

 

En los cerebros del hombre actual

sólo hay imágenes virtuales de sexo,

dinero, poder, placer, comer, soñar, dormir.

El pensamiento se identifica con la Nada.

La Nada y el pensamiento

ahora son una misma realidad.

  

41

 

Si alguna vez hubo pensamiento,

ya no es,

se ahoga en intimidades subjetivas,

tímidas y carentes de vida,

yacen bajo las sombras de huesos y gusanos,

restos de viejos filósofos

enterrados en gloriosas tumbas.

El pensamiento se va con la tarde gris,

en las alas del último rayo de sol.

 

42

 

La Historia carece de motivos,

de causas y consecuencias.

Las calles son anónimas,

ningún rostro indica signos de vida.

Los pasos de la gente

se dirigen hacia ninguna parte.

Sin embargo, todos miran el reloj,

se apuran, tropiezan, se empujan, se maltratan.

 

 

43

 

Ya no existen razones con validez universal,

nadie piensa en el sentido racional y lógico del vivir,

se vive y punto,

se hace el amor y punto,

se conocen y punto,

se tocan, se mienten, se disculpan,

se dicen “te amo”, y punto;

al final, todos quieren descansar,

de eso se trata,

vivir para el descanso suave y tibio.

 

44

 

Lo importante es la hora del reposo,

llegar al hogar, una ducha fresca, espumosa, liviana;

sentir las caricias de la noche,

mirar un poco la televisión,

recostarse sobre la almohada,

sentir el peso del cuerpo,

ir cerrando los párpados muy lentamente

y dormir, hasta que se desvanezca el mundo real.

 

45

 

La ventana es el infierno,

el vecino se debe reducir al silencio,

a la tranquilidad, cero problemas,

nada de fastidio, de bullas, de saludos indeseados,

los vecinos estorban.

 

 

46

 

La razón profunda de la existencia

se manifiesta en el discurso político e hipócrita

de los grandes líderes

y de cualquiera de nosotros

en función de la propia comodidad existencial.

¡Eso es la felicidad,

vivir tranquilos como las aves

que anidan en el lago del cisne azul!

  

47

 

La muerte del Otro es la fortaleza

de los nuevos revolucionarios del siglo XXI.

La miseria de la mayoría

es la posibilidad de vida cómoda

y confortable de los elegidos.

La pobreza es el festín múltiple

y de variados motivos para escribir

sobre la dignidad de los marginados

y la liberación de los empobrecidos,

el pobre es la inspiración

de esos intelectuales

que se acarician el ombligo,

mientras viven de ilusiones virtuales y eróticas.

 

 

48

 

¡Por favor, no tocar la puerta!

La soledad erótica es el sueño

¡No toquen la puerta!

¡No molestar!

¡Viva el sexo virtual!

La vida es un viaje placentero

todo lo que el hombre ha soñado

a lo largo de tantos siglos

se hace realidad con tan sólo un “enter”.

El Otro, el vecino estorba,

lo virtual es el cielo.

 

49

 

Los libros, esos objetos raros, silenciosos,

tienen hojas de papel,

miles y miles de letras negras

como las aves malditas.

El viejo acaricia suavemente un libro,

aparenta entender,

hasta llega al punto de fruncir las cejas,

sonríe, mira con nostalgia varonil

el horizonte eterno y matutino.

 

 

50

 

Realmente huye de los Otros,

busca desesperadamente la comodidad,

la quietud espiritual,

la nueva esencia secreta de la raza humana.

No quiere conocer a nadie,

solamente que lo vean

y sientan angustia existencial

cuando descubran en sus ojos

que la vida humana

se extingue silenciosamente,

sin luz, para siempre,

sin retorno ni esperanzas fantasmales.

 

51

 

Ahora es un fantoche más de la vida,

capaz de sostener un libro

entre sus largos dedos,

sin saber nada  de los textos,

hace años entendía

y enseñaba a los más ignorantes,

ya nada es igual,

la subjetividad epistémica y afectiva

se nutre del alcoholismo demente.

 

52

 

El viejo está enfermo,

no se siente un hombre,

ni mira del mismo modo

a las “muchachas de la plaza”.

El viejo juzga a esas mujeres,

a los jóvenes de cabellera larga,

a los curas afligidos de la catedral,

a la porquería verduzca

que dejan los pájaros

sobre los bancos de la plaza.

 

53

 

El viejo juzga: “son malos”, “nada sirve”.

El Ser en sí

es el reflejo de su vejez enferma,

así es la vejez, “nada sirve”,

dolor en la sangre y en la mente,

la perfecta imagen

del alma en penumbras

que se desvanece

al ritmo de la tuberculosis,

del hambre y la soledad

de los condenados al basurero social.

 

 

54

 

Al llegar el otoño infinito,

todo es gris,

casi sin iluminación,

como si el universo se apagara.

Todo es compacto, sin movimiento,

unidad total, eternidad.

 

55

 

El ser es materia

que penetra la conciencia

hasta convertirla en piedra imbécil,

sin subjetividad, ilusiones, sueños,

poesías, novelas, princesas,

unicornios, demonios, vampiros,

viajes, sin diversiones,

en la vejez, todo se extingue.

 

 

56

 

El viejo se hace fósil,

polvo cósmico, sin valor,

un rastro que nunca existió.

El viejo es el hombre sin dioses,

el verdadero rostro de una humanidad

que anuncia falsos compromisos.

 

57

 

Ahí, moribundo,

sentado en ese banco frío y húmedo

se apaga la filosofía antropológica.

El viejo se muere como la luz en el horizonte,

sin amigos, sin ayer,

sin sueños, solitario,

con hambre, sin amigos,

eternamente vacío, sin alma,

cara arrugada y mirada triste.

 

58

 

Las personas aparecen y desaparecen

como si fuesen los minutos anónimos,

sin importancia del tiempo perdido.

A veces, el viejo deja de fingir que está leyendo,

su mente navega sin rumbo

en los supuestos existenciales,

en lo que pudo haber hecho y no hizo,

en los dioses del ayer lejano.

La frustración le carcome las pocas horas

que le faltan para dejar sus huesos

en cualquier rincón oscuro.

 

 

59

 

El tiempo es un huracán acelerado,

la mente del viejo es demasiado lenta

y vive del pasado,

ya no hay espacio para el presente,

ni futuro imaginable.

El viejo no tiene suficiente noción de su vida,

por eso no llora,

nunca se comprometió en lucha alguna,

su vida fue respirar

bajo la influencia del alcohol barato.

¡Los seres espirituales le abandonaron hace siglos!

 

60

 

Ahora, el viejo juzga a toda la sociedad:

“nada vale la pena”,

comer, beber, orinar, defecar, emborracharse,

perder toda la noción,

sucumbir en el océano de imágenes del inconsciente,

esperar la muerte,

dejar caer los brazos

como símbolo del fracaso de la razón y del espíritu,

como la negación de la negación

que niega la negación

hasta que Hegel vuelva del sepulcro

para corregir la esencia

de ese fantasma al que llamó Conciencia Absoluta.

 

61

 

El viejo vivió como pudo,

la plaza queda a pocas cuadras del cementerio.

Él mira con desgano algunas cruces muy conocidas,

ahí ya duermen los amigos sombríos,

los que no están sentados en la plaza,

consumiéndose como velas adormecidas.

 

62 

La vejez no deja espacio para la vida,

el Ser no tiene sentido.

La vejez es el hogar predilecto de la muerte,

de la Nada absoluta,

con todo el dolor existencial,

sin ideas, sin conceptos, sin racionalizaciones.

La vejez es el rostro humano del infierno.