La señora Warens
y el complejo masoquista del mancebo
formaron lo que bien puede llamarse
un triunfo de los mandos femeninos.
Luego vino Teresa,
inseparable por el resto de sus días.
Pero este pedagogo incorregible,
nacido de manera más bien trágica,
no halló en los amores ni en los libros
el descanso merecido que soñaba.
Hoy los niños del mundo, sin saberlo,
se desplazan favorecidos por el hado
que atacó la violencia de raíz.
Combatirla como peste de las aulas
fue la gran aventura de su vida.