Este es un patio.
Paredes elevadas
que lucen
macetas de barro.
Pétalos de un jacarandá
solitario,
losetas de piedra,
vestidas de lila y chubasco.
Es el verano
que despierta.
Palomas que caminan
breves y lentas
al borde
de la agrietada pileta.
Es la plazuela
de una tarde de aldea.
Niños que saltan y juegan
con la ropa manchada
de travesuras ingenuas.
Y sobre bancas apacibles
de roída madera,
un rayo de sol se pasea;
mientras el atardecer
que mi alma contempla,
entre aleteos de aves
se aleja,
escucho voces
que mi oído no recuerda.
Llueven
abundantes hojas
de la enredadera plena.
Y en el crepúsculo soñado,
es el tiempo de la espera.
Y no es una angustia nueva
la que a mi pecho regresa.
Ha existido siempre
en las plazuelas,
y detrás
de muchas puertas.
Hasta que la hora rueda
en el antiguo reloj
de la cercana iglesia.
Y sin saber porqué
mi mirada se encuentra
con tu amada silueta.
Y siento que el ocaso
termina
donde mi vida comienza.
Es mi nombre en tu voz
que en el silencio resuena.
Es mi felicidad
en tu mirada serena,
lo que me tiene de pronto
entre tus brazos envuelta.
Ingrid Zetterberg
De mi poemario
\"Tu luz y mis versos\"
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