Alberto Escobar

Rebeldía

 

Astillas que respiran bajo
la piel...

 

 

 

 

 

 

Golpeó con fuerza la rodilla de mármol recién terminada.

Tan perfecta concebía la obra que se sentaba enfrente que
le imploró -le exigió- el habla. Era lo único que alejaba
de la perfección tal muestra de genio.
Su rostro era un escorzo de rabia y rencor.
La escultura insistía en su sordera.
El grito de impotencia hirió el coro de ángeles.
No cejaba en su empeño.
El cielo se le hizo hiato.

La muralla de su fe se resquebrajaba ante la duda.
Tanto fue así que el caballo de Pablo, que con firmeza llevaba
de las riendas, se le desbocó para casi perderse.
El mito que la piedra dibujaba le volvía la espalda.

Pero la constancia dio su fruto.
Moisés se levanto...

Se fue sin decir esta boca es mía.