Levemente su corazón lleno
de una congoja verde y amarga,
la fatiga de sus miembros
eran desterrados de
sus sentimientos de plata.
Horror del estío lo embargaba
y buscaba los versos
del invierno ya muerto,
susurro de fiebre indecible
y de lluvia azul de añoranza.
Sombra de piedra era,
su figura esbelta.
Caminante de ríos turbulentos,
que cantan al
gélido frío
que iguala.