Hablemos claro:
Tú no soportas franqueza descarnada,
desnuda, incuestionable,
esa que no respeta autoridad ni formas,
porque no atiende a normas
ni sabe ser amable.
Prefieres a verdad despiadada
mentira piadosa,
volver la mirada hacia el rincón confortable
en el que estás instalada,
donde te has fabricado realidad soportable,
falaz, pero aceptable.
Y a mí, descarada, insolente,
que me atrevo a airear la mezquindad de frente
y la certeza pura de lo evidente,
me quieres silenciar,
pero digo que no:
que no me pliego a ese disfraz prudente,
que por unas monedas de trato cordial
no vendo mi libertad.