“Soñando tras un balón”
Mis vagos recuerdos me remontan al mundial de 1970 cuando Brasil se corono por tercera vez en su historia como campeón del mundo y Pele fue considerado el mejor jugador con su número diez, creo que desde allí todos hemos querido ser el número diez alguna vez en nuestras vidas…Mas el mundial que mejor recuerdo de aquellos años de infancia es el de Argentina 1978 cuando ellos se coronaron campeones.
En aquel tiempo el llegar a tener unos auténticos zapatos de futbol y una pelota de cuero era el mayor anhelo de los patojos (niños) del barrio, pero aquello, no nos quitaba el sueño, pues después de cada partido todos los patojos (niños) de la cuadra salíamos a rifarnos el físico detrás de una pelota de plástico, con la misma alegría, devoción y entrega de quien juega un partido de la copa del mundo. Algunos tomaban su playera favorita y le pintaban el número diez o se lo ponían con masking tape o cinta de aislamiento eléctrico. Todos nos autonombrábamos, con el nombre de nuestro jugador favorito que cambiaba conforme crecíamos (Pele, el Kaiser Franz Beckenbauer, Teófilo Cubias, Mario Kempes, Zico, Sócrates, Cuyff, Maradona, Bebeto etc.) por supuesto nunca faltaba el o los narradores, que mientras jugaban narraban las jugadas al estilo de los comentaristas de la televisión o la radio. Todo era una fiesta hasta que alguien pateaba la pelota hacia algún tejado a hacia la casa de la “Doña Carlota que nos pincho cien pelotas” que Ricardo Arjona menciona en su canción.
El mundial era una verdadera fiesta en todo el sentido de la palabra, para los adultos y los patojos de la cuadra, pues antes de cada partido, se daba el ritual de siempre, las mamas preparando la boquitas (aperitivos, botanas, bocadillos) y los papas hiendo a la tienda a comprar las bebidas para los invitados y los que llegaban sin invitación a la sala de la casa, que se llenaba a reventar y donde se dejaban escuchar los lamentos uuuuuuuuuu o el ¡Que si mas…! O la algarabía sonando al unisonó cuando todos gritaban goooooooooooollllll y después del partido nunca faltaba la discusión por las jugadas, los goles y los que no fueron goles, nunca faltaban los comentarios y saludos gratuitos hacia los árbitros, pero a los patojos aquellas discusiones de adultos poco les importaban ellos salían a revivir las acciones y a trasladarse por un momento a otro mundo, donde ellos eran los mejores jugadores y hasta escuchaban las ovaciones de un público que eran ellos mismos…
Hoy han pasado los años y aquellos niños han crecido, mas siguen gustando del futbol, muy pocos de ellos lograron su objetivo de llegar a jugar de forma profesional, pero ese niño sigue intacto allí…Allí donde el tiempo no transcurre, allí donde los sueños son posibles…Porque aun que hoy físicamente ya no son aquellos niños, se ven reflejados en esas nuevas generaciones que de alguna forma siguen manteniendo vivo aquel sueño corriendo tras un balón…
Oxwell L’bu