Tarde de encuentro,
y la bienvenida,
va creciendo despacio,
desde un costado tuyo
hasta un costado mío.
Llegan abrazos risueños
que despiertan las ganas,
ojos gritando de ansiedad,
pidiendo un buen puñado
de caricias buenas.
Se evapora en un disparo
la insalubre lejanía;
los antojos nos saltan
a los labios,
que revientan de besos.
Eduardo A. Bello Martínez
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