El dolor de tu ausencia renace en mi pecho,
como si este amargo juego volviera a empezar.
El remordimiento que causas vuelve a mi lecho,
y mi conciencia reprime las ganas de intentar.
Pero sigo recitando tu nombre, frente a cada trecho.
El calor invade mi rostro con frecuencia,
cada vez que me miras con extrañeza.
Mis emociones son de poderosa resistencia,
aunque los reprimo, siguen amándote con franqueza.
Podría esperarte tres eternidades con firme paciencia.
Papel y lápices, son mis más fieles testigos,
quienes darían testimonio en mi juzgado.
Tus nombres, de mi apellido podrían ser prefijos,
si estuvieras dispuesto a ser tan arriesgado
para seguirme de cerca, en mi camino fijo.
Los buitres se encuentran girando.
Girando alrededor de una criatura moribunda.
Una criatura moribunda, alguna vez llamada amor.
El amor que siento por ti, y ha sido herido.
Herido por tus sonrisas, hacia otra dirigidas.