Aún no sabía hablar
y ya pedía limosnas;
para recibir un pedazo
de pan duro
le enseñaron dos palabras;
con timidez pronunciaba
"pan lulo",
y así lo llamaron
durante muchos años.
Todo el día daba vueltas
descalzo y harapiento
soportando frío y lluvia,
sin llevar a su casa ayuda,
pues comía cada mendrugo
tratando de calmar
su permanente hambre.
En ese momento era feliz
por haber recibido
un presente y una sonrisa.
Siempre caminaba solo;
quizás no tenía hermanos,
o eran muy pequeños.
A veces solía sentarse
apoyado en una pared
con la bolsita vacía
que dejaba a su lado
en la vereda soleada,
mientras soñaba despierto
con una vida mejor.
Cuando empezó a crecer
comenzó a ofrecerse
para algunos trabajitos
apropiados a su edad,
logrando llevar a su hogar
unas pocas moneditas;
así de esa manera
comenzó a superarse
y salir de la miseria
espantosa en que vivía.
Siendo mozo lo veía
sobre un camión trabajando
como peón de carga,
también a veces paseando
con sus ropas domingueras,
alto, erguido, elegante,
con sonrisas interiores
agradeciendo lo mucho
que le regaló la vida.
Trabajando se mantuvo
en la honradez, venciendo
a la desigualdad
y también a la miseria.
Pan Lulo es un ejemplo
de entereza moral
de indigentes, carentes
de un pedazo de pan,
de educación, y de un lugar
dentro de la sociedad.
Con trabajo y optimismo
pan Lulo superó
a la estrechez y al hambre
al desplazamiento social. y
Con el transcurso de los años
el cuadro se repite;
la pobreza es mal endémico
de difícil desarraigo.
Sólo queda la pregunta
¿hasta cuando?