Eres como un palacio
al que no tengo acceso,
ni por destino,
ni por amor.
Eres como una rosa
cuya fragancia
sólo la aspiran
los dioses con mucho amor.
Mas los mortales
nos conformamos
tan sólo con escuchar
tu dulce voz.
Voz que anhelo.
Suspiro que surge
de un te quiero,
que un buen día
de tu interior ha de emanar.
Sin duda ha de llegar
aunque el tiempo pase
y yo, ya no esté en ese lugar.
No tengo prisa,
algún día tu suspiro
ha de arribar
fragante y amoroso
como me lo imagino yo.
Lleno de esplandor
y de rocío,
tan sólo para calmar
las heridas de mi corazón.
No importa que sea de día
o que sea de noche.
No interesa que sea en vida
o que sea en la eterna despedida.
Lo importante será siempre
haberte conocido
y, nada más.
Porque más,
no se le puede pedir a la vida.
Que mi mente en algún momento
haya logrado sin tú consentimiento
una esperanza que se dio fallida
por toda una eternidad.
¡No hay por que llorar…!
Triste dolor que me llevo en mi corazón.
Así que mi voz calla.
Mi mente se apaga.
Mis sentimientos se rebelan,
y yo, ¡oh dulce amor!
te seguiré esperando,
sin que tu lo sepas.
Sin decirte adiós.
Y tú, como el viento,
seguirás pasando
sin darte cuenta
de lo mucho
que me das..
Aun con tu silencio.
Aun con tu desdén.