En esta noche de eclipse
de invierno,
siento un río tumultuoso
que me llama...
mientras,
espero que nazca el brillante sol
de un nuevo día
y que descanse la amarilla Luna.
Es largo este Adiós
que sufre,
hecho de frías
y sofocantes
puñaladas que aún sangran,
(puñaladas
ya vividas).
Esquivo las luces blancas,
disímiles
y opacas
que auguro
que alumbrarán,
tu próxima Vida.
Ignoraré,
desde ahora,
los oscuros recovecos
e incógnitas
misteriosas de tu alma,
hasta aquietar
éste, mi espíritu sufriente
que llevo
como carga en llamas,
y
que ahoga
mis días.