Una gota de rocío,
que resbala por el rostro,
de la hoja que la espera.
Una preciosa quimera,
guardada con ilusión.
Con el trino de la alondra,
acompañando al amor.
Cristalina es la alegría.
Que reflejada en los ojos.
Como luceros de día,
destelleantes de gozo.
Explota como la piña,
en los ardientes rescoldos.
Una risa sibilina.
Que sin pausa cruza el aire.
Que somete y adivina.
Una mirada encendida,
que abrasa la vida misma.
El sol que quema y da vida.
Una fogata que arde,
purificando la brisa.
Profusa sangra la herida.
Cuando la afrenta infringida,
muerde la carne que mima.
Simulacro de pasión,
que devora y que te obliga.
Pasando como un ciclón.
Que en su camino destruye,
cualquier vestigio de vida.
Geranios en el balcón.
Que aguantan de Sol a Sol.
Que soportan tempestades,
sin variar su condición.
Así la vida se aferra,
cual las garras de un león.
Deglutiendo sus miserias.
Cambiando el tono de voz.
Afilando voluntades,
aprendiendo del dolor.
Queda la vida lejana.
Oculta en el interior.
Como afanosa y arcana,
la vida de los sin voz.
Ocultos entre las ramas,
del árbol de la ilusión.
Cual náufragos abrazados,
a algún podrido tablón.
Hermanos en el zaguán.
Sin permiso para entrar.
Atentos con ansiedad,
a un gesto de humanidad.
A. L.
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