Me encerraré en mi concha,
tapiaré con reproches las ventanas,
apagaré la luces
y dejaré que la pena pudra el alma
Secos los ojos
de llorar soledades compartidas,
seca la boca,
de tanto mendigarte una caricia,
me iré encogiendo
cada día más ruin y más pequeño
reseco y carcomido
mendigando el rocío de tus besos
y poco a poco
me perderé en la nada
y huérfano de risas y deseo
con tu coraza haré mi mausoleo
¡Tanto arrastrarme,
tanto buscar amor entre los cardos
para morir sediento y olvidado
ante las fuentes feraces de tus labios.