Oh diosa...
de un almendro
anacarado y puro,
que yaces distante...
en el dulce retoño
del olvido,
en la copa desnaturalizada
de la vida...
se anuda mi tristeza
a tu cariño,
entre manos
desgastadas de armonías,
por el oráculo
descristalizado
de su sueño.