Somos como el fuego del infierno,
preparados para que todo arda hasta los cimientos.
Jamás nos apagaremos; quemaremos cientos y cientos.
Nuestro amor refulge como un alma en su escarmiento.
Ambos sabemos que nuestras llamas son del fuego eterno.
De todo el placer del cielo disfrutamos,
la felicidad muy fácilmente alcanzamos,
cuando sobre el lomo de la vida cabalgamos.
Y nada, más que profundo amor encontramos,
mezclado con la pasión que sentimos, cuando al otro miramos.
Mis dedos van sobre tu piel, con un suave tacto.
Nuestros labios se sincronizan en un tácito pacto.
Tus labios sobre los míos, disfrutando del contacto,
amándonos, con brusquedad, sin ningún maltrato.
Sin cuestionar cuán lejos llegaremos en el acto.
Convertimos juntos, al infierno en algo celestial,
así como al paraíso, en todo lo infernal.
Dicha paradoja, resulta ser hermosa y magistral,
si estás a mi lado, como una profecía ancestral.
Y ambos confiamos en que todo terminara en un altar,
profesando lo que ya nuestros cuerpos decían, en alguna catedral.