En cierta ocasión me sentí tan desechable, que hasta llegué a creer que era lo más miserable. Pense que no merecía ser feliz, que yo no era demasiado importante. Y me volví un experto en destruirme y se me acumularon los momentos tristes, entonces se me quebró el alma y se agrietaron las cicatrices. Busqué un poco de silencio para no sentirme tan expuesto y escuché que el corazón aún seguía latiendo. Y me perdoné la vida, me acaricié el alma, y lloré tempestades hasta encontrar un poco de calma.