Entonces tomé su largo cabello negro entre mis dedos, y sin palabra alguna, me acomodé para acicalar su lacio recorrido, una y otra vez, hipnotizado por tan delicado tacto y envolvente aroma, que despedía con cada línea que finalizaba. «Podría quedarme toda la noche acariciando tu pelo» eso le dije al oído, y eso fue lo que causó el primer flechazo a su corazón, sin siquiera yo saber lo que acababa de despertar en ella.