Había una vez una gruta perdida en el bosque “Los Blancos Nardos”. En ese bosque se escucha un lamento del llanto de una novia. Se escucha el soslayo de una pena. Sin dirección ni camino a seguir. Es la gruta perdida del bosque que en ella existe una situación indecorosa, inestable y por falta de conocimiento se sabe que la ciencia no ha decidido qué hacer. En ella, un nardo blanco que es tan bello como el cielo mismo y tan blanco como las nubes de algodón se siente en el corazón mismo. En la gruta, se escucha un gemido o un llanto casi impetuoso, casi imborrable, casi insospechado. Es el nardo blanco que con el rocío llora apresuradamente entre las más bellas flores del paraíso en el bosque. El nardo se lamenta tanto por las flores del bosque, porque las corta un jardinero. Se dice que, -“se oye la lamentación desde las afueras del bosque”-. Es que la gruta perdida se edifica más con ese llanto. Soledad, una joven que se llama así, Soledad, se vé afectada por la lamentación del bosque que visita por vez primera. Se llena de un silencio, de una paz, de un suspiro, de un respiro autónomo, que se avecina la tormenta casi impetuosa como el propio viento. No se opone a enfriar el cielo o a congelar más el hielo de todo un paraíso. Se enfrenta en un percance casi indeleble, tan imborrable como las horas inertes o como el silencio que se adormece entre las nieblas frías o tinieblas tan oscuras, que advierte un sinónimo del silencio de la paz que se avecina sin el llanto puro, sosegado, oblicuo, e inocuo de un lamento casi intruso. Es la gruta perdida o la consecuencia de una lluvia que vá mojando los pétalos sesgados de unos nardos blancos. Tan blancos como el cielo o como las nubes, casi invisibles de ver, de sentir y de adquirir su corteza de nardo blanco. Llega el mes del otoño, casi insistentemente Soledad, visita por segunda vez el bosque. Es el mes de octubre, tan desolado, tan inerte en el tiempo, o como las flores y árboles yá sin hojas. Porque el otoño se adviene lo que adviene aquí. Un silencio voraz como el tiempo, como el reloj sin destino ni tiempo. Es el camino de Soledad, que advierte aquí como una gruta en el olvido, y tan perdida como el mar o como el cielo abierto. Es la gruta en el bosque, es la soledad que llega sin avisar, sin terminar lo que comenzó. Cuando se puede entregar el olvido, el querer o el amor a la soledad. Es la soledad que advierte más temor. Cuando se siente en el corazón un tesoro o como el oro perdido que se halla después de la búsqueda. Cuando se siente en la vida y en la herida, una salvación. Es la eternidad que llega sin infringir, sin cosechar lo que después de un tiempo se debe de edificar. Soledad siente el sollozo tan claro y penetrante, que advierte un silencio de los que no evita la condescendencia. Es el llanto que de ella otorga a la gruta perdida donde llora insistentemente. Cuando se encuentra lo que hace llorar a la gruta perdida. En una herida, y queda la vida, como un silencio de los que enaltece un percance, o merece una idea fija. Cuando se obtiene el dolor consecuente. Es la soledad que se llama Soledad. Cuando con el sol curtido por el mismo cielo se intensifica más el dolor. Como el amor total de una mujer llamada Soledad. Es la terrible e inefable palabra que conlleva una acción inconclusa. Como el futuro y el llanto que afloja un sollozo sin amor. Es la tercera vez, que Soledad, llega al bosque “Los Nardos Blancos”. Que sin explicar se convierte en antónimo de amor y sin pasión. Los nardos blancos, son ilusión y fructuoso hallazgo, donde el llanto se aviva de dolores de las flores sin hojas. Llega y lega la tormenta en el bosque “Los Nardos Blancos”, una tempestad que aflora lo que adviene entre la flora y la fauna. Los nardos blancos quedan inherentes, sin claridad ni luz. Y se convierte el bosque en todo un desierto tan desolado, inocuo e irreverente. La soledad de Soledad, se llena de oscuro deseo, cuando yá no se escucha más la lamentación de los nardos blancos. La soledad de Soledad, advierte en clandestino rodaje del destino sin un llanto ni una lamentación. Cuando en el bosque, se llenaba de alegría, de primavera y de otoño y hasta de invierno el llanto desolado y seco como las hojas de otoño. Soledad visita por cuarta vez al bosque y deja en él su llanto. Su canto, e himno, cuando nota yá que los nardos blancos no dejan su llanto, su sollozo o lamentación. Como espíritu se identifica en reflejo un llanto. Es el de Soledad. la que amaba a la gruta perdida como a su propio corazón. Es la novia vestida de blanco, que el novio espera en el altar. La soledad de Soledad…