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Safo y un suicidio conveniente

 

Estimado Chema. Como ya te comentaba, Adelina, de casada Virginia Woolf, en la carta de suicidio que envió a su marido aun siendo importante el agradecimiento por la vida en común y las loas a su bondad no deja de chirriar la frase inacabada de “Quiero decirte que…”. ¿Qué esconde esa Frase que encripta la misiva? Pero es clave para aclarar su actitud.

 Habiéndose salvado en su anterior intento de suicidio, que excusó como un chapuzón. Su marido Leonard se propuso, oportunamente, que si hubiera otra vez, no sería el tránsito tan fácil. Si caía otra vez al rio Ouse aprovecharía la carta del suicidio ya escrita y unas piedras en los bolsillos la libraran de las “telas de araña ligadas a las cosas generalmente materiales” que decía en su carta de despedida suicida.

 Achacaría la repetición del acto a los conocidos delirios y a su deficiente educación “femenina”.

En diciembre de 1926, cuando desaparecí. De todos los lados menos de la prensa, que es como un oxímoron vital. Hablamos de nuestra angustia. De lo que nos condicionaba, haciéndonos inermes, los roles de mujer en la educación y sociedad victoriana que nos tocaba sufrir. Encorsetadas entre la presión de las convenciones sociales y nuestras pulsiones primarias.

 Como a ella me endosaron graves desórdenes nerviosos que pretendían ocultar solapando los amoríos de nuestros esposos.

Hasta mi farmacéutico daba explicaciones de la curiosidad que sentía por los venenos y el suicidio.

Pero yo opté por un divorcio y una estancia relajante en las Canarias. Cosa que como temía, Virginia no fue capaz.

Y tras el siguiente encuentro de Virginia con la señora Dalloway (Vita Sackville), su marido Leonard convino con su pareja futura, la Sra. Trekie Parson, el “suicidio” de Adelina.

 Así que, querido Chema, siempre hay que entrecomillar el “suicidio” …incluso si es el de Virginia Woolf.

Espero tu respuesta a este enfoque de la suerte de nuestra Virginia.

Firmado: Ágata Christie