Amada mamá,
ya te has ido
como esas hojas de otoño
que se dispersan
con el viento.
Nunca más
tu sombra humilde
rozará la alcoba
que te vio partir
aquel Noviembre.
Como esas aves
que emigran
hacia el misterio
te alejaste de mi sendero,
¡madre!
Como esas aguas
que se deslizan del manantial,
has descendido al silencio...
y mi voz olvidó
la palabra \"mamá\".
Mi voz gastada
ya no te nombra...
quizás a veces a solas,
inutilmente...
vuelvo a ser niña
y te llamo en mi dolor...
Pero tú te quedaste
en aquel oscuro rincón,
olvidada en tus cenizas...
y está desierto tu balcón.
¡Madre!
no te vayas;
que no dejen tus manos
de acariciar mis cabellos...
que el temblor de tus dedos
abra aún
el precario monedero
para ofrecerme
unas monedas de puro amor.
¡Madre!
¡cuánto has aliviado mis penas!
en cada época de mi vida
fuiste sembrando
tiernas semillas,
doradas y pulidas
en el huerto de mi corazón.
¡Madre!
Ahora ya reposas en mí...
te guardo en mi alma
para siempre
y tus últimas miradas
de ruego y silencio
descansan en mi recuerdo.
Ingrid Zetterberg
De mi poemario: \"Fragancia espiritual\"
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