Aquel que con su boca proclamaba
llamándome crisol de su mirada;
quien mi mañana conquistara
el que besó mis noches, mis días y madrugadas,
con una argolla hizo alianza al amor en la alborada,
al final me clavó la daga por la espalda.
Juró al Dios de los mortales,
un amor más grande que la muerte
violando nuestro sagrado juramento
en abismo lo transformó por siempre
huyó como huyen los cobardes.
Echó mi alma a sus espaldas
el corazón puso bajo sus plantas,
¡mira que arrogante camina!
pobre mortal ha triunfado tu maldad
cuánto lujo, cuánta pobreza carga ahora tu conciencia.
¡Estuvo conmigo más no consigo mismo!
almacenando su tirria sin sentido,
almáciga de odios engendraba,
era patente que la inquina y el desprecio,
fueron su adarga y sin piedad,
violó nuestro inmaculado juramento
hizo de el la más grande blasfemia,
pecando contra su majestad divina.
¡Perdónale Señor, fue culpa mía!
por haberle entregado sin tu licencia mi vida
el amor me cegó sin darme cuenta
era obvio que él, mi amor no merecía.
Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.
Derecho de autor 1204100589178
1 de enero de 2014.