Te veías tan bella, Dueña mía,
No sólo parecías una diosa,
Eras, también, mujer tan primorosa
Que mi interna pasión se hizo agonía;
El estar junto a ti fue mi alegría:
Sentirme entre tus brazos fue una cosa
Tan increíble y tan maravillosa
Que llegué hasta el Edén y eras tú mi guía;
Sin embargo, seguiste por tu senda
A iluminar lejanos universos;
Pensar en ellos, es fatua contienda,
Cuando miró destinos tan adversos:
Tú naciste con óptima prebenda
Y yo me hundí en problemas diversos…