Ésta mujer,
que desnuda su apellido
cerca mi boca,
con su delgada voz
y sus mordidos labios,
viene a vencerme.
Tal vez (sólo tal vez)
me resista a su camisa abierta,
a sus muslos dorados,
a su cuello,
o quizás,
me abandone de mi mismo,
y desaparezca
en su vientre de un bocado.
Ya tocó con sus ojos
mi sigilo,
desatando
huracanes en mis manos.
Eduardo A. Bello Martínez
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