Te ofrezco mis dos alas para ir
a los parajes íntimos de la noche,
donde los idiomas se olvidan
y las palabras enmudecen.
Donde las manos son ávidas
y las miradas agudas,
donde hay pronombres para llamarte
y murmullos que aprender.
Son mis manos, diez cántaros de remansos,
dispuestos a derramarse colina abajo,
desde tus montes de carne, fuego y nieve,
hasta tu valle de lirios blancos.
Tu ondulada geografía y natural declive,
hacia el lago florido, donde en el fondo,
sumergido está el lugar que guarda,
tus hermosas perlas de la vida.
Seré colono de tus tierras,
invasor de tus cosechas y tus vinos,
extenderé las fronteras de mi cuerpo ,
hasta los límites del Imperio de tu piel.
Censaré cada palmo de ti,
haré cartografías de tu cuerpo,
aprenderé el lenguaje de tus deseos,
en el estridente silencio de los míos.
Batallas y fragores toda la noche ,
sin vencedores, sin heridos.
Al llegar el alba en vez de invasor,
en tus campos y ante ti... caeré rendido.