Eres llama que mi viento
no quiere apagar.
Entre vendavales te siento...
La tempestad silba fuera.
Sentada ante el espejo te miras.
Aura de ensalmo orla la estancia.
Manos de carey moldean tu pelo.
Peine del viento que cabriolea...
Tu cuerpo arcilla en manos del Creador.
Dibujas una sonrisa en el reflejo,
te levantas, abrazada a un retal de seda.
Te sientas al borde del sueño.
Te dejas caer, vencida, abismo de plata.
Tus párpados se clausuran, se oye una nana.
La noche se te hace eterna, sábana de marfil
que te acaricia lenta.
Nada he podido ver con mis ojos.
Me lo contó una paloma blanca.