Fugaces y extinguidas llamas
no muestran la desnuda cara,
solo atesoran sus nostalgias
en gélidas fosas sin lápida.
Dentro de la estéril morada
se olvidan de la voz lejana,
ni siquiera será su ausencia
motivo para la conciencia.
Cuando uno entra en la niebla, halla
sombras de seres en la nada,
y los ojos de perlas viejas
alojados en cuencas negras .
Solo queda ese agrio recuerdo,
de imágenes de terror
en una zona espantosa;
sin un matiz, un canto o una rosa.
Hugo Blair M.
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