Alberto Escobar

Nostalgia

 

No resisto tanta realidad.

No puedo...

 

 

 

 

Cada vez me gusta más recordar...

Desde hace mucho, casi diría desde que trabajo donde trabajo,
me da por pasear hasta el lugar donde cada día paso unas horas
como encavernado, como metido en una botella que lleva un
mensaje al otro lado del océano que me sostiene.

A veces, queriendo viajar a mi infancia- que se perfiló en un barrio
con cara de pueblo en plena ciudad, me apetece pasar por alguno
de los que todavía persisten el paso del tiempo, que me caen a mano
del camino que debo recorrer.

Siento no solo un volver los pasos hacia lo que fui sino asímismo una
especie de envidia, sin fundamento diría yo, al pensar en lo mágico
que sería vivir al mismo tiempo en un pueblo y en una ciudad.
Cuando entro en ellos concentro todos mis sentidos en cada detalle que
me sale al encuentro: la ropa tendida, el ocre y blanco de las paredes, la
modestia de las casas que albergan vidas seguramente difíciles y por ello
conectadas a la esencia más profunda del vivir...

En ocasiones, os confieso, me dan ganas de golpear una puerta para pedir
asilo espiritual- que no político como cabe pensar de la palabra asilo -para
el resto de mis días, para sumirme en lo que fui y soy, y seré...
Paso a paso me alejaré de quien soy si me lleva el viento de la ortodoxia,
por eso he decidido no dar más un paso adelante.

Hago las maletas para volver a la niñez, al principio de mis tiempos.