Un frío cosquilleo me corre por el cuerpo
ante la posibilidad de conocer los efectos
de la famosa bebida.
Quizás yo sí me hubiera fugado de la cárcel
(por cierto, que los hombres van cambiando
con el pasar de los siglos).
Me duele tanta adversidad,
encarnada en un ente femenino
cuyo nombre casi todos conocemos.
Otra cosa fueron los comediógrafos,
que al menos lo pusieron por Las Nubes.
Me desconcierta –repito– tanta serenidad
ante el hecho inexorable.
De allí mi curiosidad por saber
las sensaciones que se tienen
al apurar el deletéreo bebedizo,
en tanto algún amigo sacrifica
el mejor de sus gallos a Esculapio.