IRMA VEROLIN

SANTUARIO DE LA TRANSFORMACIÓN

               

 

Ya no soporto ese aire confesional

que reina en las peluquerías

ni el aspecto de mago

que andan mostrando los peluqueros

-me rondan dando un giro

de trescientos sesenta grados

en torno a mi cabeza-

no lo soporto

marea el mundo

me marea marítimamente.

Mi baño es el santuario de mi transformación

y mi propia mano la que oficia,

corto mi pelo

con una vieja tijera que heredé de mi madre

y lo tiño dándome la espalda.

El espejo  me asiste

me observo

me desdoblo desde mi hombros

y hago prodigios.

Soy una mujer sola

sin aires sacramentales

que ha aprendido los rigores de la simulación.