Hoy tengo un sentimiento que cuelga de mi pecho y renuncia a caer. La naturaleza de este sentimiento es asi: halando mi corazón hasta las raíces, eternamente suspendido y sin afán de caer. Siento en mi vida un tirón constante, una palabra no dicha, un instante que ya se fue. Él se ha ido como se han ido otros, como se han ido los de siempre, como me he ido yo cada vez que me he creído que alguien me abandona. Cuando pasan por mi vida, pasan las mismas cosas, las cosas se repiten y parece que soy yo quien siempre dibuja las mismas circunstancias: los ojos transparentes y los ojos que se cierran.
No me sorprende, no me duele como antes, el sentir no es nuevo, el abismo del corazón ya lo conozco, ya sé como se siente, ya sé como es su magnetismo en el que no he querido caer, ya sé como se siente no querer mirarlo, como temerlo, como rechazarlo. La novedad no es esta, la novedad es otra, la novedad es que otra vez inteté actuar diferente teniendo los mismos móviles: la fantasía, la esperanza, el sueño construido de un solo lado, el llenar la parte que no conozco con lo deseado, con lo anhelado, con lo idílico.