Como al altar de tu silueta,
rogando blancos sacrilegios,
pido la hiedra de tus dedos,
trepando en hordas por el cuello,
y acaso ciego de placeres,
de cara al filo del declive,
asirme al junco de tu sexo,
ajeno al hambre del abismo.
Pido a la bala de tus poros,
sellarte a mí como la muerte,
y tuyo ser cuando me pienses,
y en esta urgencia que me ahoga,
lograr en tí, también saciarme,
pide mi pecho palpitante,
ir de puntillas a tu boca,
al nácar trueno que le asoma,
allí fundir el mártir vuelo.
Reptil embate de los cuerpos,
destella extraños kamasutras,
atan triángulos de fuego,
piernas y brazos como cepos,
como los labios cada palmo,
cada doblez de esta locura,
en el gemir labrado en perla,
que de las cumbres rueda y duerme.
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