Te miro a los ojos
y me olvido de tu nombre,
pierdo en mi memoria,
seca y sin momentos
el bao que era tu silencio.
Te miro a los ojos
en la foto amarillenta,
te miro y ya no somos más más.
Recuerdo esa tarde,
recuerdo la fotografía,
me olvido de tu nombre.
Recuerdo aún
la mirada de tu amor,
y la forma de tu mano
que se viste de mi.
Recuerdo que te amo
y te ruego una sonrisa.
Aun recuerdo la mirada del amor,
la forma de tu mano
virtiendose en la mía,
quizá no la recuerdo,
pero robé en ese momento
tú “te amo”, tu sonrisa.
Ah, querida de las mil angustias,
te fuiste cuando más me amabas,
lo recuerdo de tus ojos
y no me queda más.
Me pregunto de nuevo
si amarías quien soy,
de tu amado nada queda,
la mano que te arropaba
tiembla del miedo en los años,
y la pasión ya se me ha evanporado de los ojos,
estos mis ojos necios
que no se te cansaban de adorar, se me han hecho cataratas
de tiempo y sal.
Nada hay del hombre que amaste, el niño necio se fue tras de tu muerte.
Solo muero lo que ves,
jarasca que se desmorona
y se vuelve en el tiempo en ti.
Desprecio tanto verte libre
por ser eternamente joven,
desprecio tu marfilada piel
en esa hoja vieja donde bailan mis manos
que penan la caricia
que ya no pudo ser,
desprecio , me dejaste,
muy posible, me olvidaste,
y te miro, y me miras,
y te burlas, y me humillas.
Te moriste tan joven,
te me moriste dos veces.
Te miro nuevamente
y te vuelvo a hacer el amor.
Te miro, te beso, te abrigo,
y tu tacto sigue fino,
y tus ojos soñadores
y tu amor dulce
y tu risa cantante;
te miro, te amo,
y suspiro y me encanto,
y me vuelvo lo que no soy
y lo que fui.
Me acuerdo de tu nombre,
me vuelvo a olvidar de mi.