Te observo,
desde la altura
de ésta edad
que habita en mis ojos,
desde la boca quieta;
también dentro del libro,
que abre su panza
repleta de poemas,
y los pone a volar
entre nosotros,
en la misma ciudad,
donde una casa
alimenta tu calor,
y las calles suben,
y las laderas bajan,
poniéndonos
traspiés en la mirada,
puntos de fugas
con encuentros,
lugares laicos
donde humectar
recuerdos,
sitios de sombra
donde reverdecer.
Eduardo A. Bello Martínez
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