De noche recuerdo tu mano almirante, que navegante en mi cuerpo mi atención rodea.
Yo, sin dar tregua, me lanzo en deseo, sobre tu brújula urente y apartando la brea.
Tú, fiel nauta de mis aguas saladas, que tornan en dulces cuando tu boca las prueba.
Labios tuyos que tormentas provocan en agitadas peleas, cuando asciendes y bajas de vehemente marea.
Cuando la Luna toda se digna a salir, acrecenta soberbia de salada matriz, que tu cuerpo reclama y hace vivir proceloso diluvio color frenesí.
Pasados días y noches tu naufragante cuerpo la Tierra desea y celosa reclama tu peso en Su arena.
Tú, ser pensante, decide qué acción concretar, si te quedas respiras, si te vas te ahogarás.