Esta sequía pertinaz que ha agrietado el suelo virgen donde crecía la flor de la esperanza,
amenaza ahora también con agostar la vid del amor,
que tanto regocija el espíritu con su mirífica visión.
¿Permitiremos que la sequía arañe con sus dedos filosos la corteza de nuestro bosque de ensueño
y que la filoxera se extienda como una plaga por estos campos de viñedos en sazón?
Dime que no, mi amor.
Puedo ver cómo la procesionaria te sube por el pecho
como una lenta enfermedad que inficiona tu savia
con su hormigueo de gangrena.
¿No es, acaso, la desesperanza el tósigo que emponzoña tu vida,
ese humor maligno incrustado en el ventrículo del corazón
que irriga de angustia tu voz de olivo?
Muerde ya la herida y escupe el veneno de la víbora
para que el gusano salga de la manzana
y se pudra en el yermo paraje de su soledad.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.